La vida pasa casi sin darnos cuenta, es muy típico decirlo, sí, pero es cierto. ¿Te has parado alguna vez a pensar que este momento que estas viviendo, no volverá a repetirse nunca? Si lo pensamos, deseamos aferrarnos a ese mismo instante, sin querer que llegue a pasar nunca. Cuando esperas el momento de que llegue algo, ocurre la inversa a esta última cuestión: intentas que el tiempo pase rápido, y tienes la sensación de que no va a llegar a pasar nunca. Sin embargo, después de que pase eso de lo que tantas ganas tenías, no puedes evitar pararte a pensar en el tiempo que has desperdiciado esperando a que algo ocurra, a veces la vida es simple, y se divide simplemente en buscar un punto de referencia en el tiempo y esperar a que pase.
Es triste tener que pensar de esta manera, cuando la vida está llena de momentos felices, de momentos tristes, caóticos o duros… pero todos esos momentos que se quedan en los retazos de tu memoria solo equivale a un pequeño tanto por ciento al compararlos con todos y cada uno de los momentos de la vida. Y entonces ¿Qué pasa con esos momentos? Se olvidan. La mayor parte de nuestra vida, son días de rutina que pasan sin darnos cuenta y no se nos quedan en el recuerdo, por eso nos parece tan corta la vida.
No hablo de que debamos romper con todas nuestras posesiones materiales, yo no hablo del amor como el epicentro de la vida, ni hablo de que sea nuestro nivel de vida alto lo que nos haga a veces ser desdichados. El dinero no tiene nada que ver con la felicidad, y por eso mismo no afecta tampoco el deshacerse del capital para alcanzar la felicidad. Hablo de que quizá marcarse objetivos a largo plazo sea lo que hace desaprovechar la vida. Una vida plena carece de monotonía, tan solo la tiene en momentos muy puntuales.
Romper con la monotonía… que difícil ¿verdad? ¿Qué pasaría si un día me levanto, y de camino al trabajo cojo otro camino y me voy donde realmente me apetece? Duras consecuencias… Buscar las consecuencias es humano, un error humano, la conciencia está en tu contra la mayoría de las veces, o al menos en contra de la vida de la que os estoy hablando. Llamadme irresponsable, yo prefiero llamarme oportunista.