domingo, 14 de octubre de 2012

001 - Reglas del aliado de la luna

Los hombres astutos son aquellos que saben esperar el momento oportuno, con paciencia y sin precipitarse en sus acciones. Sin embargo, estos hombres pueden llegar a ser unos necios si dejan pasar una oportunidad sólo por la promesa de otra mejor.

Un hombre astuto por ejemplo, no aceptaría 10 libras de alguien a quien sabe que puede sacarle 20, pero jamás dejaría pasar la oportunidad de conseguir 10 libras seguras si cree que es posible que las 20 libras puedan estar lejos de su alcance. De esta manera podemos asegurar que la calma y la paciencia es amiga de los astutos, pero siempre con una cierta certeza de que la oportunidad por la que se espera tiene serias posibilidades de aparecer.

El oportunismo es algo más que una herramienta, llega a ser un arte. Y como amante del arte que soy, no puedo desperdiciar la oportunidad de aprovechar oportunidades. La pregunta es: ¿Puedes desperdiciarla tú?

jueves, 11 de octubre de 2012

Modernidad, submodernidad y contramodernidad

El término "moderno" ha tenido diferentes acepciones a lo largo de la historia. Cada una corresponde a un contexto social, político, histórico y cultural diferente. Sin embargo hay acepciones de contextos muy alejados, sin casi nada en común que son similares. Me refiero al uso despectivo que a la vez responde a una corriente de pensamiento y cultura novedosa. Esta acepción fue usada a finales del siglo XIX en hispanoamérica para designar a los autores que escribían a la manera decadentista y bohemia europea, y también es usada para designar a los modernos gafapastas que pueblan twitter, youtube e instagram.

El término "moderno" usado actualmente es un término normalmente despectivo usado por aquellos que son más modernos aún que los modernos a medias, para denominar a estos últimos. Pero la cosa es aún más complicada, y es usado también por los modernos a medias para denominar de manera despectiva a otros modernos a medias y así parecer modernos al cien por cien. Nótese la grandísima gilipollez del asunto: Los modernos llaman modernos a los no-modernos para poder ser modernos.

¿Cómo reconocer a un moderno? Suele colgar en redes sociales fotos "artísticas" de sus pies frente a la puesta de sol en la playa. Suele ponerse un nick en twitter que no revele su auténtico nombre y así decir gilipolleces para coleccionar followers o lo que es peor: Suele ser follower de estos otros maestros de la modernidad. Además, es youtuber y es vlogger con la esperanza de lograr el aplauso de las masas de internautas sin nada mejor que hacer. Dicen cosas interesantes, entretienen a la gente y crean la nueva corriente modernista basada en fotos mal hechas subidas a instagram o flickr con cuatrocientos sesenta filtros que disimulen que fue sacada un una blackberry, twitterstars diciendo chorradas que hace dos días a nadie harían gracia y canales insustanciales con videos denigrantes de gente que dice lo que piensa sin pensar lo que dice. 

Estos modernos son los dioses de una estructura cuyos cimientos se tambalean. Lo que surgió como una idea de cuatro pijos para parecer distintos al resto  acabó convirtiéndose en una corriente llena de seguidores cuya idea principal es ser diferente a la masa. Mi pregunta es ¿Acaso el que todos sean igualmente diferentes los hace diferentes a todos por igual? ¿Es hipocresía promulgar la originalidad a los que repiten las mismas ideas una y otra vez? Y lo que es peor ¿Es prepotencia o estupidez creerse mejor que los demás por ser más peor (en el sentido de que es mejor en algo malo) en su modernidad? Vivimos en la era de la originalidad al unísono y mi voz se perderá entre la multitud. 

miércoles, 10 de octubre de 2012

Y el chocolate espeso

Soy gilipollas.

Esto es así, le guste a quien le guste y le pese a quien le pese. La opinión de cualquier persona que me vea, lea, o escuche es unánime en que no soy ni más ni menos que un capullo al que le han dado un teclado, conexión a internet, y tiempo libre. Aun así, me veo en la obligación de dejar más de un tema claro para que no haya equívocos.

No me dedico a hacer humor. No me dedico tampoco a hacer crónica. No deseo reportar ninguna información objetiva. Soy crítico. Sólo pretendo dar una opinión mordaz sobre lo que desde mis categorías (como diría un antiguo profesor) soy capaz a concebir. Ni quiero aplausos ni me interesa tu opinión sobre como hago lo que hago, si me quieres decir algo y lo haces respetuosamente, atente a las consecuencias de que tendrás que discutirlo conmigo, y no doy mi brazo a torcer fácilmente.

Esto nos lleva a otro tema: No me gusta la gente que se da por vencida. Cuando discutas conmigo no me des la razón. Me cabrea y mucho, y no volveré a discutir contigo si no sabes hacerlo. Si quieres una discusión civilizada, la tendremos, y cuando ambos lleguemos a un acuerdo parcial o dejemos de manifiesto que nuestras opiniones son totalmente opuestas, acabaremos.

Sobre el marco político: No soy comunista. Hay mucha leyenda urbana sobre que apoyo el comunismo, y aunque sienta admiración por personajes como Marx o Lenin, o por acontecimientos como la revolución cubana, votaría en contra de establecer un régimen comunista. Para esa cuestión soy pragmático, lo que pueda ser será, y lo que aún no pueda ser, no será, y cuando tenga que ser, será.

Luego están las estupideces contradictorias que escucho sobre mí: Critico la fiesta del orgullo gay y soy homófobo, critico el nacionalismo catalán y soy un facha españolista, pero luego resulta que por la calle me llaman rojo de mierda. A ver si nos centramos, yo no pertenezco a ningún grupo específico, yo critico lo que creo que está mal. No defenderé jamás algo que crea mal hecho, lo haga quien lo haga, aunque pertenezca a mi grupo más afín. Soy único, y soy rey en mis opiniones, y no dejo que nada ni nadie influya lo más mínimo en ellas.

Doy una opinión lo más clara que puedo dentro de la enmarañada red de locuras e ideas disparatadas que es mi mente, y lamentablemente, por culpa de que me han dado un teclado y conexión a internet, tenéis la oportunidad de leerme y escucharme. Escribiré para cuatro, y bien contento que estoy de no escribir para cuarenta imbéciles y sí para cuatro personas con criterio, y aunque no escriba para nadie seguiré escribiendo. Y cuando haya escrito millones de palabras que hayan servido para que una persona piense: "Quizás este gilipollas tenga algo de razón a su estúpida y extraña manera", me sentiré más orgulloso y feliz que si hubiese escrito cuatro palabras leídas por millones de ovejas del rebaño y valoradas en setenta millones de euros cada una. Y ¿Por qué? Creo que ya sabéis la respuesta.