martes, 21 de enero de 2014

Un cuento cualquiera

Toca el suelo, y la arena se le escapa entre los dedos. No se imagina que el mundo pueda ser de otra manera. Es un niño, pero los niños también piensan. No necesita cubo, ni pala ni rastrillo, le basta con la arena. Nunca le gustó ver como algo tan puro como la arena que pisaba y le bailaba, etérea, entre los dedos podía estar encerrado en una cárcel de plástico con un asa. Una forma de arrastrarla a un lugar en el que no quería estar, pues la arena escoge el lugar donde desea estar.

Es el agua el que le acaricia los pies. Está fría, pero no le importa: alguna vez oyó a algún mayor decir que el agua fría era buena, aunque no sabría decir por qué. La caricia le fue correspondida al mar, al fin y al cabo era ella la que le había logrado un bonito castillo de aislamiento de los otros críos, que por alguna razón que no entendía le despreciaban tanto como él a ellos. Al menos él sabía por qué les odiaba.

Entre la arena y el mar se sentía cómodo. La orilla de la playa estaba lejos, un hueco en las altas rocas le habían dejado recostarse en una pequeña isla en la que no tenía que ver, ni oír, ni pensar (aunque esto último siguiese haciéndolo) más de lo necesario. La mar no le traicionaba, ningún otro niño se alejaba tanto de la caliente toalla paternal como para ir a buscarlo más allá de la orilla.

El tiempo pasaba, y notaba como hasta el sol deseaba alejarse de él. Mejor, así no tendría que encajar su desaprobación. Pero ahora era la mar quien se alejaba, y ella nunca lo había traicionado. Su isla crecía a cada paso del sol, y la tarde empezaba a bostezar rayos tristes. La arena se secaba, y el mundo empezaba a hacerse más y más grande. La mar se despedía de las rocas, y su isla volvía a ser una parte más de los senos de la playa. La orilla de todos los demás.

Pasó un tiempo viendo como la mar se alejaba, con un siseo que oía pero que aun no era capaz de escuchar. Una niña se le acercó y se puso a hacer un castillo de arena a sus rodillas. Se sorprendió mirando fijamente al castillo, una creación perfecta, quizá la arena fuese mejor libre, pero que hermosa podía ser en las manos de aquella criatura. Empezó a ver la belleza de no respetar la pureza, de romper el silencio, de colorear las páginas en blanco que te otorga el universo.

La niña le miró y él respondió a su mirada con un gesto de sorpresa. La niña le ofreció su cubo y sin querer darse cuenta ya lo tenía entre sus manos. Ella lo llevó hacia la arena mojada, al lugar al que no deseaba ir y en el que se sentía mejor que nunca. Lo llevó al lugar al que te llevan las mujeres.


«Parece que nunca puedo quedarme a solas en mi propia isla», pensó el niño, «la mar siempre tiene otros planes para mí.».

lunes, 22 de julio de 2013

La muerte de la verdad

El hombre no descansa. El hombre se alza en la cima del mundo. Al hombre se le quedó pequeña la tierra, luego se le quedó pequeño el mar, y luego el cielo. Ha acabado por quedarle pequeño su propio planeta. Ya lo conocemos todo. No sentimos el peligro, somos valientes como niños que trepan a los árboles para sentirse dueños de su propia existencia. Cuestionamos la realidad que sentimos para encontrar la verdad que saboreamos plácidamente en nuestra pequeña torre del conocimiento, rodeados del vacío de la ignorancia.

Lo importante no es todo lo que sabemos, sino todo lo demás.

Creemos que podemos convertirnos en dioses. Podemos predecir el futuro, ganarle la partida al azar y ser dueños de nuestro propio destino. Y sabemos que es así. Pero lo que no sabemos es que podemos no saber algo, y eso es muy peligroso. La oscuridad da miedo. El mal siempre se oculta en la oscuridad y se nutre de la noche. Nos volvemos locos si nos quitan los sentidos porque el solipsismo es algo más que saber que existe una verdad segura, sino que es saber que hay un mundo entero de incertidumbre.

Muere el hombre si no es capaz de saber. Cada cual desea saber cosas distintas pero todo el mundo odia la ignorancia. La noche ya está sobre nosotros, siempre lo ha estado; pero nos conformamos con una linterna que al menos nos deja ver lo que hay justo delante de nosotros, creyéndonos genios si logramos alumbrar más allá de nuestros pies.

Rodeado por la noche, el hombre se cree sabio por haber encontrado la luna.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Luna de escayola

La vida no es un poema. La vida es una sátira, una broma de mal gusto.

Vivo en un mundo sin estética edulcorada, en el que los cisnes son palomas grises con collares de morado enfermizo. En mi mundo no hay castillos ni princesas tristes, hay apartamentos con princesas que fuman Ducados, y no me pregunto que tendrán, si están tristes tendrán la regla. No tengo lagos cristalinos, sino piscinas públicas infectadas con orina.

La vida no es un poema de Rubén Darío. La vida es una cruel broma de dios.

domingo, 19 de mayo de 2013

Caosología

NuEsTra vIdA eS Un
cOnjUnTo dE      reGlas aBsuRDas qUe          pAreCen sERvIr pAra eStrUcTurAr unA reAliDAd qUe De pOr Sí NoS rEsUlta     cOnFusa

cOmPlicAda y Se eScaPa
 a nUeStro enteNdiMieNto                SIn emBArGo deBeMoS entenDer quE eL mUnDo sE tiEne Que esCApar a nUEstro        enTendImIento PorqUe El mUNdo                 eS aSí inFiNito DifUso cOmo huMo quE sE escApa


                                                   eNTre lOs DeDos olvIdeMoNos dE nuEStras regLas y DisfrUtemoS dE toDo Lo qUe noS deSluMbra inCluso
                          AunQue neceSItemos orDen                             paRa Lo prACtiCo nO rijAMos nueStra vIdA entERa cOn         Un orDen HuManO y deJeMos que eL muNdo               noS mUesTre su

          InfInIto y bElLo      CAOS

Don Sánchez de España.

No sé si el mundo funciona como dice Marx o si funciona como dice Nietzsche. Sin embargo, a lo largo de mi corta vida me he dado cuenta de que funciona tal y como dijo Cervantes, aunque al revés. Me explicaré, la historia que debe contarse al mundo es ahora la del caballero Don Pánzez y su humilde escudero el señor Alonso Quijano.

Si entendemos que Sancho Panza y Alonso Quijano representan a su vez la realidad y la fantasía, podría verse como una broma pesada que sea la fantasía la que domina a la realidad. De hecho, el mundo que he observado me da una serie de conclusiones empíricas que no coinciden demasiado con el libro de Cervantes, que quizá mereciese un ajuste a día de hoy, y es que hoy es la realidad la que oprime a la fantasía, y es Panza el amo de Quijano.

Empiezo a preguntarme, sin embargo, si es que todos los quijotes acaban hundidos bajo el látigo de un sancho; o si resulta que las personas que nacen hundidas sufren una quijotización que se corresponde a una sanchificación de quienes los dominan. Sin embargo, tengo bastante claro que el idealista vive entre fango mientras el realista lo mira desde arriba. 

De todas formas, he de decir algo a todos esos sanchos que me miran desde arriba, y es que mientras ellos viven acomodados en su maravillosa realidad, jamás serán capaces de vivir ni soñar con ninguna otra realidad. Así, mientras su cuerpo sigue riendo, es ahora su alma la que llora.

sábado, 18 de mayo de 2013

Cartas a un Poema

Y aquí sigo, siendo el mismo que fui, y aunque esto sea mentira, el hecho de que sea mentira lo hace ser verdad. Sigo siendo el hombre fuerte que es capaz de soportar cualquier dolor excepto el que se provoca él mismo, porque nada le puede herir salvo su propia alma de padre borracho. Sigo siendo el malo de la película por intentar ser el héroe de los consejos que hieren tanto como ayudan. Y aunque sigo siendo lo que era, lo soy en circunstancias diferentes.

Mi contexto a cambiado, ni tú estás aquí (y sigo sin querer que estés, aunque cada vez menos) ni ninguno de los demás. Sólo unos pocos se quedan al lado del árbol negro con espinas, pero son esos los que son capaces de recoger los pocos frutos que a veces puede dar. Y sigo acordándome demasiado de que la corteza dañina la creaste tú, o yo, no no sé. Quizá yo la generé por culpa tuya. Puede que al final yo sólo sea un autómata que siguió su camino al azar siguiendo el patrón que le marcabas.

Nada importa ya, porque he vuelto a cambiar para seguir siendo el mismo. El cambio constante es lo más homogéneo de mi vida. Las mentiras, los cambios, las estupideces, la sinceridad (valga la redundancia) y mis más profundos sentimientos, son lo único que no ha cambiado desde aquellos tiempos en que no era más que un débil ser que sólo pensaba en... bueno, en lo que sigue pensando ahora.

Me pregunto si realmente sigo aquí, siendo el mismo que fui o si todo lo que soy y fui, es otra de mis mentiras...

domingo, 12 de mayo de 2013

Ahogados en un caparazón

Los lazos de las repercusiones atan nuestra libertad, retuercen nuestra vida y nos impiden hacer lo que deseamos a través de una conciencia de yugo dorado. La peor de las represiones es la propia de quien se deja ahogar por uno mismo.

Por eso yo predico la muerte del cuerpo para dotar de vida al alma. Rascar la superficie para reforzar el interior. Destruir lo efímero para conservar lo esencial. Porque es mejor morir por haber vivido demasiado que morir sin haber vivido en absoluto.