domingo, 12 de mayo de 2013

Ahogados en un caparazón

Los lazos de las repercusiones atan nuestra libertad, retuercen nuestra vida y nos impiden hacer lo que deseamos a través de una conciencia de yugo dorado. La peor de las represiones es la propia de quien se deja ahogar por uno mismo.

Por eso yo predico la muerte del cuerpo para dotar de vida al alma. Rascar la superficie para reforzar el interior. Destruir lo efímero para conservar lo esencial. Porque es mejor morir por haber vivido demasiado que morir sin haber vivido en absoluto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario